Una de las grandes «experiencias» de un trabajador a lo largo de su vida laboral es ser llamado por el jefe a su despacho, un viernes a las 13 pm, para encontrarse al de recursos humanos sentadito en una silla junto a la mesa de tu jefe y ser invitado a sentarse a su lado. «Me han despedido».
Si no has pasado por ahí, no te preocupes, que pasarás. Si se me permite «estirar» el dicho motero de «hay dos tipos de moteros, los que se han caído y los que aún no lo han hecho», podríamos decir que
Hay dos tipos de trabajadores: los que han vivido un despido y los que aún no han pasado por ahí.
En este post voy a hablar del despido sin causas objetivas, es decir, del despido improcedente donde el empleador decide que quiere terminar la relación laboral y negocia contigo una compensación que se formaliza ante el organismo de mediación y conciliación laboral de tu Comunidad autónoma hasta unos 20 días después (en Madrid, Servicio de Mediación, Arbitraje y Conciliación, SMAC).
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El vértigo del no trabajo
Las cosas no pueden seguir así
Yo he pasado por esta situación dos veces en los veinticinco años que llevo trabajando, aunque indirectamente.
En el primer caso, la llamada de mi jefa de entonces, fue una «llamada a capítulo», para decirme que «las cosas no podían seguir así», que «mi proyecto no avanzaba como esperaba», que si seguía así iba a cerrar todo el proyecto conmigo dentro.
Como ya me esperaba la bronca desde hacía tiempo aproveché la enésima reprimenda para decir «¡basta ya!, soy yo el que se marcha», leerle la cartilla yo a ella y auto-despedirme.
Era una empresa familiar de zumos y vinos, bien conocida en el mundo de los recursos humanos por sus métodos y su continua «rotación de directivos» y ya había tomado la decisión de «a la siguiente» marcharme, tiempo atrás junto con mi mujer y familia estrecha.
Después vino el vértigo, diría yo, el abismo psicológico en el que se cae ante la perspectiva de encontrar un nuevo trabajo, con tres hijos y una pareja sin unos ingresos estables….. Pero se sale adelante.
La empresa cierra
La segunda fue una conocida multinacional francesa de los electrodomésticos que entró en España en el peor momento, el inicio de la crisis del 2007, para tener que cerrar en 2013, cuando no podía aguantar más las pérdidas.
En junio de 2013 la empresa cerró su actividad en España, concentrándose en Francia, despidiendo a sus 700 y pico empleados, incluido yo mismo. Para mí, que trabajé casi tres años vendiendo electrodomésticos online fueron curiosamente los más intensos de mi vida profesional y los que más me han enseñado a conocerme mejor.
También fueron, al menos los últimos seis meses, los más tristes ya que las sombras del cierre se cernían sobre el ambiente de las oficinas cada día un poco más. La degradación fue particular los últimos tres meses cuando una «empresa buitre» especializada en «destocaje» se hizo cargo de deshacerse a precio de saldo de todo el stock de la compañía.
Ver circular por las oficinas a aquellos rubicundos ingleses dando órdenes a diestro y siniestro, haciéndote creer un «donnadie», fue como una enfermedad terminal.
El abrazo con mi director general a la vez que me daba el finiquito por mis casi tres años allí, nunca lo olvidaré. Y el vacío, el miedo a no encontrarme de nuevo en el mercado, y los ajustes de sueldo posteriores….
Lo peor de toda aquella época que duró cuatro años es que los dos sucesos «laborales» fueron encadenados en el tiempo, en el orden en que lo he contado, así que, también en este caso se cumplió aquello de que «si algo puede empeorar, no lo dudes, irá a peor».
Prepárate siempre para lo peor
El buen trabajador es aquel que nunca se «instala» ni se «acomoda» en su puesto de trabajo.
Ya seas mozo de almacén, administrativo, mando intermedio o directivo, trabaja siempre como si fuera el primer día, como si estuvieras en el período de prueba y pudieras perder tu «curro».
Y siempre piensa en si tú fueras el dueño de la empresa, si admitirías en tus empleados tu «ritmo de trabajo». Tú sabes perfectamente que en el trabajo se atraviesa por momentos de felicidad laboral donde ves resultados a tu esfuerzo y otros de una «calma chicha» desesperante donde no ves ningún sentido a tu función.
Es en estos momentos donde hay que reflexionar, poner buena cara y hacer que no se nos note nada nuestro naufragio interior. Lo peor que harás en esta situación es contar tu situación en el café, criticar a los demás, poner mala cara a los problemas. Se te notará por los cuatro costados y es tu primera tarjeta de invitación a salir de la empresa.
Este es el único secreto para que no te pille desprevenido un despido un viernes a las 13 pm. Hay que estar preparado para todo, en todo momento: un ascenso, una felicitación, una reprimenda y, también, un despido.
No te pongas así, no es el fin del mundo
Un despido (me fijo aquí en el despido improcedente, es decir, cuando no media causa objetiva) no es el fin del mundo.
En un despido una de las partes del contrato de trabajo, el empresario, decide que no desea contar contigo, por las razones que sean, y que la relación laboral ha de terminar.
Gracias a dios, en España tenemos una normativa laboral que te protege y un régimen de protección posterior mediante el cobro de la prestación de desempleo que te permitirá unos meses atender los mínimos gastos para poder seguir adelante.
Generalmente, cuando más bajo estés en el escalafón, más fácil será que el despido sea fulminante por la facilidad para la empresa de encontrar tu sustituto, mientras que si ocupas puestos de responsabilidad, con equipo a tu cargo, la empresa se lo pensará dos veces e incluso te pedirá que la ayudes a encontrar un sustituto.
Por ello, lo mejor que puedes hacer el fatídico día de la comunicación de tu despido es «montarla». Más bien todo lo contrario. Hay que estar serenos, medir mucho las palabras, intentar no ofender a nadie y hacer todas las preguntas que creamos necesarias para obtener una explicación razonable.
Insisto que hablamos de un despido improcedente donde la empresa decide indemnizarte como corresponda por la normativa (ya sabes que si tu contrato es posterior al 12 de febrero de 2012, te corresponderán 33 días de salario por año completo trabajado).
En este caso, firma la carta de despido poniendo siempre un «no conforme» a mano y presenta antes de los veinte días siguientes la «papeleta de conciliación» ante tu «SMAC» particular.
Haz una salida ordenada de la empresa
Caballeros hasta el final. Así debe ser tu salida de la empresa.
Si es inmediata, no armes un escándalo. Comenta a tus compañeros mientras «empacas» tus pertenencias que os tomaréis un café la semana siguiente pero nada más. Coge tus cosas y te despides con la «cara bien alta».
Si te dan un preaviso de unos días y tienes un puesto de responsabilidad es el momento de «negociar» con la empresa un pago adicional por ayudarles a organizar la salida y «formar» a tu sucesor en el puesto o a documentar tus tareas diarias y temas abiertos (yo lo llamo el «testamento profesional» y como voy por la sexta empresa ya, he tenido que hacer más de uno de estos.
No se te ocurra enviar un correo de despedida poniendo mal a la empresa. Todo lo contrario, sé agradecido por escrito, aunque te tengas que «tragar algún sapo». Ya tendrás tiempo de «despotricar» en privado si te lo pide el cuerpo en tu círculo más estrecho, a posteriori.
No se te ocurra «poner a parir» ni a personas ni a la empresa en redes sociales, especialmente en Linkedin (ejemplos hay y no lo recomiendo nada). Esta es la peor idea que puedes tener y sin duda te perjudicará gravemente en tu consiguiente búsqueda de trabajo.
Arrieros somos…
Cuando sales de una empresa, recuerda que tarde o temprano te van a pedir «referencias» profesionales de antiguos jefes y uno de ellos será el de la empresa que abandonas.
Por tanto, si estás a tiempo, queda bien con tu actual jefe, obtén de él una carta escrita de recomendación y pídele ayuda para prestarse a dar referencias tuyas en el futuro si estás en un proceso de selección y te piden referencias.
Ojo, hazlo sólo si piensas que la relación laboral ha terminado de forma pacífica y no hay el mínimo reproche de la empresa hacia ti y por supuesto «procedencia» en tu despido. No hay peor cosa para un profesional que le pidan referencias de una persona en la que no cree ni ha creído durante su relación laboral. El buen profesional no las dará, o serán negativas.
Y no lo dudes. Dentro de unos años te volverás a cruzar con las personas de tu empresa o sus conocidos, así que cuanto mejor termines tu relación con ellos, mejor para ti en el futuro.
Despide como quisieras que te despidieran
Por último, si eres tú quien despide a alguien (yo he tenido que hacer más de un despido en mis varias experiencias laborales pasadas) por favor sé caballeroso y sigue estos consejos:
- Sé discreto y no comuniques a nadie del entorno el despido que vas a acometer;
- Trata al despedido como quisieras que te trataran el día de mañana si te vieras en esa situación;
- Si puedes preavisarle hazlo con tiempo. Si sabes desde hace tiempo que las cosas no van a terminar bien, siéntate con la persona y trata de reconducirla para que, en una charla franca, puede darse por aludida de que «la empresa» no está del todo contenta con ella.
- Escribe al «despedido» una carta de recomendación (si realmente crees que es buen profesional)
- Escríbele también una recomendación profesional en Linkedin que es la web donde buscan todos los especialistas en recursos humanos y head hunters.
- Contacta a amigos que puedan estar interesados en el profesional si crees que el «despedido» realmente vale la pena y es un buen profesional que, por causas ajenas a él, tiene que dejar la empresa.
Si me lo permites, retomo el adagio que abría este post para añadir una tercera variable a la definición de los tipos de trabajadores.
Hay tres tipos de trabajadores: los que han vivido un despido, los que han tenido que despedir a alguien y los que aún no han pasado por ahí.
Juan del Real Martín
Soy economista por la Universidad Complutense de Madrid, especialización Finanzas. He alcanzado la independencia financiera y me gustaría ayudar a los demás a entender mejor los asuntos de dinero y a tomar las decisiones adecuadas en cada momento de la vida. La educación financiera es básica para que puedas lograrlo tú también.
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