En España ahorramos poco y lo sabemos (o más bien lo sufrimos), porque somos bastante consumistas y nos encanta el corto plazo, el «carpe diem».
Según Eurostat, por cada 100 euros de ingresos, las familias gastamos de media, a finales de 2017, más de 94 euros y reservamos para el futuro menos de 6 euros. Una tasa de ahorro tan baja no se veía desde inicios del año 2008, justo antes de la crisis que comenzó a finales de 2007.
¿Qué hacen el resto de europeos siempre en términos medios? Pues ser más previsores y ahorrar un poco más que nosotros. Un 10,5%.
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¿Qué es el ahorro?
Una definición para mí nada acertada pero muy arraigada en nuestra forma de ser y actuar en la vida, es la que define el ahorro como la parte de nuestra renta disponible cada mes que no gastamos.
La fórmula que refleja esta forma de pensar es esta:
Ahorro = ingresos – gastos
En esta definición, el ahorro no es prioritario y está muy relacionado con nuestros ingresos y nuestra forma de gastar: si gastamos tanto o más de lo que ingresamos, obviamente no ahorraremos a fin de mes.
Y eso es lo que nos pasa a casi todos cada mes. Cada mes, nos hacemos la misma promesa no muy convincente de intentar ahorrar un poco el mes siguiente. El famoso «a ver si…ahorro algo….«.
Para entender el ahorro me gusta esta frase:
Ahorrar es sacrificar consumo de hoy para llevarlo a cabo en el futuro.
Si lo piensas refleja plenamente la moraleja que el fabulista Lafontaine nos quiso dejar con su fábula de la cigarra y su hormiga.
Qué debe ser el ahorro
Si reordenamos los elementos de la anterior fórmula (Ahorro = Ingresos – Gastos) y nos queremos un poco “pagándonos a nosotros mismos primero“, entonces llegamos a una buena fórmula del ahorro.
Según este principio básico de la educación financiera, cuando llegue tu nómina a final de mes, lo primero que debes hacer es dedicar un % (más abajo vemos cuánto) a ahorro, invirtiéndolo a medio o largo plazo según tus metas vitales, y después atendiendo el resto de compromisos indispensables (endeudamiento, alimentos, vivienda, suministros).
Y después, solo si te sobra dinero, gastar en caprichos y gastos prescindibles (ocio, viajes, caprichos, etc.). La suma de todas estas variables no importa que dé cero, porque habremos conseguido ahorrar, consumir lo necesario y tal vez darnos algún gusto.
Esta sería mi fórmula del ahorro mensual, que como ves, suma cero:
Ingresos – Ahorro – Gastos imprescindibles (-gastos prescindibles) = 0
Si a esta fórmula le añades financiación ajena en forma de endeudamiento vía préstamos o créditos al consumo, logras consumir más, pero ojo, porque tus gastos imprescindibles aumentarán (tendrás que añadir la cuota mensual de tu préstamo a tu lista de gastos necesarios cada mes).
Según este enfoque de reordenación de prioridades, el ahorro es la parte de nuestros ingresos mensuales que invertimos a medio o largo plazo con el objetivo de garantizarnos una calidad de vida e independencia financiera futuras.
De qué depende el ahorro
Como has visto antes, el ahorro depende de cómo priorizamos el ahorro en tu lista de «destinos» mensuales de tus ingresos.
Recuerda que el ahorro nunca se debe plantear como la diferencia entre los ingresos y los gastos de una familia. Debe ser un gasto más a priorizar, como cualquiera de nuestros gastos imprescindibles.
Y para ello es necesario tener un poco de método, disciplina y hacer un análisis y descomposición de todos nuestros gastos en al menos dos grandes grupos: gastos imprescindibles (se dividen en recurrentes mensuales y extraordinarios) y gastos prescindibles.
Piensa por un momento en los gastos prescindibles que tienes: tv con fútbol y películas barra libre, viajes, cenas caras, cambio de coche cada pocos años, suscripciones a servicios que no usas, etc.
Según el estudio de Fintonic “III Estudio Fintonic de los gastos come-nóminas de los españoles“, lamentablemente, 8 de cada 10 familias desconoce en qué partidas se gasta el dinero y cuánto destina a cada una.
Cuando una unidad familiar ni siquiera es capaz de cubrir sus gastos imprescindibles básicos hablamos de una situación de privación material severa y no tiene sentido fijarse ningún objetivo de ahorro.
En estos casos hay que fijarse en los ingresos: cómo conseguir mejores y más estables ingresos.
Cuánto dinero hay que ahorrar cada mes
No existe una regla fija sobre cuánto se debe ahorrar al mes. Pero la mayoría de los expertos recomiendan ahorrar el 10% de los ingresos.
Aunque el ahorro debería ser mayor cuando más estable y consolidada pueda ser una economía familiar, sobre todo si ambos trabajan y tienen 40 años o más.
Harv Eker recomienda que cuando llega el ingreso de la nómina dedicar, antes de nada, un 10% a ahorro (“independencia financiera”) y con lo restante atender primero los gastos imprescindibles del mes, dedicar un 10% al fondo de emergencia, a formación y crecimiento, a ocio etc.
Cuándo hay que empezar a ahorrar en la vida
El principio del alto coste de la espera nos dice que el tiempo es crucial a la hora de multiplicar el valor de tu ahorro y la espera tiene un alto coste.
Cuanto mayor tu ventana temporal de ahorro (mejor a los 20 que a los 30, que a los 40 etc.) menor el esfuerzo mensual que tendrás que realizar para conseguir un capital futuro suficiente (para la entrada de la casa, la educación de los niños o la jubilación que te permita complementar tu pensión pública). Dejar para mañana el ahorro tiene un alto coste.
Ahorro es también previsión
El ahorro nos permite prever y evitar desembolsos futuros inciertos que nos puedan ocurrir.
Como lo más previsible que nos puede pasar al nacer, es que alguna vez muramos y, si tenemos la suerte de vivirlo, nos jubilemos tras años de trabajo, las personas necesitamos ser previsoras (actuar con previsión en cada decisión de gasto que hacemos) para garantizarnos un futuro económicamente estable.
Esta previsión futura nos la dan los seguros de vida, que en contra de lo que se cree, no sólo cubren la posibilidad de que el asegurado fallezca (los beneficiarios obtienen un capital en caso de fallecimiento del asegurado) o quede inválido sino también del ahorro para la jubilación, con un rendimiento (interés técnico) asegurado.
Es decir, que el ahorro no solo lo deberíamos ver como dinero mensual desviado a ahorro sino también como parte de mi mensualidad que dedico a proteger mi situación patrimonial actual.
Y la mejor forma de proteger ese inestable equilibrio entre obligaciones y patrimonio, es un seguro de vida.
El seguro de vida está estrechamente relacionado con la teoría de la responsabilidad decreciente, otro de los grandes principios de la educación financiera.
La paradoja de la frugalidad
La paradoja del ahorro (en Economía se conoce como paradoja de la frugalidad o paradoja de la austeridad) dice que cuando las familias (hogares) y las empresas temen que la situación económica va a ir a peor, priorizan y miran más en qué lo gastan, gastan menos, y por tanto ahorran más dinero que lo habitual.
En esta situación de “contracción” de la demanda de la familias, como la fórmula del ahorro = ingresos – gastos, es mejor, y lo que se ahorra se invierte, se podría pensar que las finanzas familiares y del país deberían mejorar, y sin embargo se produce el efecto contrario de lo que se esperaría.
Los economistas han concluido que se produce una paradoja: las empresas, al vender menos de lo esperado por el aumento inesperado del ahorro familiar, comienzan a reducir su producción y a despedir a algunos de sus empleados, y al final todo se contrae, la economía va peor.
A este comportamiento de los consumidores y sus efectos sobre la economía se le conoce como “paradoja” porque un comportamiento que en principio es “virtuoso”, es decir, actuar de forma previsora para ahorrar más por si las moscas, termina siendo perjudicial para las empresas y la economía del país.
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